Feliz Día de la Constitución

Paloma A. González Loché

Tuve un día extraño… semidesconectada, tanto… que pasé por alto desear algo muy importante a la ciudadanía: como debió ser. A lo mejor porque la felicidad que representó en su día dio al traste con todas las ilusiones que había forjado la ciudadanía respecto a un futuro esperanzador de la mano de los partidos políticos.

Aquel 6 de diciembre de 1978 cada persona tomó parte de su vida y futuro aceptando por casi unanimidad un texto constitucional que nos devolvía una libertad en forma de democracia hurtada durante 40 años. Recuerdo aquel día con el corazón henchido de esperanza como si fuera hoy.

Por los avatares que podría producir la existencia de multiplicidad de partidos, se adopta una Monarquía Constitucional. Esto es: con funciones limitadas y muy concretas cuya función primordial sería la más alta representación y preservar la unidad del país en la forma que fuera precisa.Por supuesto, salvo esto, sus actos siempre serían obligados y sería el gobierno del país quien marcaría su agenda.

Se hicieron juegos malabares para preservar la paz y sobre todo el consenso intentando la unidad, maltrecha con el paréntesis de la guerra. En aquel momento se produjo algo que después se rompió. Todo el pueblo español se tendió la mano. Se olvidaban viejos rencores y se unían las fuerzas para la construcción de un país democrático. Pero esta constitución tenía un grave error.

La IRRESPONSABILIDAD de los partidos políticos y sus intereses espurios y un ESTADO MONUMENTAL dividido en diecisiete autonomías que lejos de empujar para el fortalecimiento, lo fueron debilitando gracias a una estúpida
ley electoral hoy día a todas luces ineficaz.

Los partidos se sobreprotegen y con el tiempo, lejos de ser lo que son: entidades al servicio de la ciudadanía, se convierten en su principal agresor. Desaparece, con el CENTRO, la esperanza de una mediación eficaz sin lograr el suficiente apoyo en distintas elecciones. Un gran árbitro perdido y se forma un bipartidismo imperfecto.

Las autonomías se convierten en ÁRBITROS de gobernabilidad y el Estado se resiente: sin su apoyo, los gobiernos fracasarían y presionaron la máquina al límite exigiendo excesivos beneficios para garantizar el sillón de la presidencia del Estado. Mal, muy mal. Sus amplias capacidades comienzan a hacer fisuras que cada gobierno autonómico utiliza para garantizar “su” cantera de votantes. Lo de menos es la ciudadanía. ¿Acaso se atrevería algún partido a negarlo? Temo que no.

Los medios de comunicación dejan de ser del todo libres y tocan al son de quien lleva la batuta en cada caso. A diferencia del franquismo: a partir del 1978 la gente ya se sentía “demócrata” y no creía que tenía que investigar lo que le contaban los medios o los políticos. ¡Craso error! Los de la antigua “ola” hemos empezado a cuestionar todo… como antaño. Hoy, más que nunca porque volvemos a vivir una pseudodictadura donde se nos niega lo más vital: la información fidedigna. Ahora hay que buscarla como antaño aunque ya no sea ilegal.

El segundo gobierno socialista reabre las viejas heridas y con él se provoca de nuevo la crisis entre españoles y el despilfarro de cuantos recursos existían sin comprender la diferencia entre gobernar y estar al servicio de la
ciudadanía o retornar a un oscuro pasado haciendo “caridad” con dinero ajeno: algo que no es admisible; en lugar de forjar bases futuras para la ciudadanía instaurando un buenismo que nos condujo al caos con la imposición de “políticamente correcto” o el desastre ciudadano. De nuevo surgen los conceptos IZQUIERDA y DERECHA y hablar de progresismo (por definición: progreso y avance) sin salir del PASADO. E instaura una quiebra importante llamada “Memoria Histórica” que reabre las viejas heridas…

Los conservadores tampoco comprenden la diferencia entre administrar y gobernar y deja pasar importantes y necesarias medidas. Lo peor es que salta la liebre de la corrupción, de la que NINGÚN PARTIDO se libra —dicho sea de paso—, y vemos la consecuencia de estos importantes agujeros y no sólo económicos. Sí. Le faltó el suficiente carácter y la liberación de complejos. Y cuando se gobierna, es preciso adoptar medidas no siempre populares a largo plazo sin miedo a lo que puedan llamarte.

Hoy son muchos repartiendo un pastel envenenado. Que existan 4.700 partidos legalizados es como para pensar que en este país alguien ha perdido el norte. Que nuestro sistema electoral actúa contra la ciudadanía, es un hecho. Tendríamos que tener la posibilidad del “impeachment” (acusación) contra un presidente de gobierno que implique su cese inmediato e incluso una responsabilidad PENAL y no sólo política por los daños causados. Tendríamos que tener “una segunda vuelta” (al igual que sucede en otros países). A veces los votos indecisos o de última hora pueden dar resultados sorprendentes y podrían rectificarse a tiempo sin necesidad de unas nuevas elecciones. Las largas prebendas de los políticos que van desde jubilaciones por el total sin cumplimiento de los años que se exige a cualquier ciudadano. Que siendo nuestros empleados: se marquen un sueldo a principio de cada legislatura y muchos otros datos ¡es una burla a la ciudadanía! Que sean ellos los que eligen a los jueces y tribunales que deben juzgarlos es como una broma de mal gusto.

Lo peor, lo peor de todo: aquella adorada Constitución del 78 también fue un regalo envenenado. Valiéndose de la ignorancia, la participación popular no sirve de nada porque todos los temas que necesitamos vienen vetados al exigir una Ley Orgánica que dudosamente prosperará. La ciudadanía carece de los recursos legales necesarios para exigir el respeto debido a nuestros derechos y la primera medida sería el cambio de Ley electoral y la total revisión de la ley de partidos, pero dudo que exista alguno honesto que defienda la reducción de sus derechos. ¿O sí?

Feliz Día de la Constitución ¡¡¡que pudo haber sido!!!

Porque evidentemente estamos en una Dictadura de Partidos tan inadmisible como la anterior.

 

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